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Erika G. San Sebastián, 1976.

  • Licenciada en Ciencias de la Información. Universidad Complutense de Madrid, 2003.

  • Curso Superior de Coaching Ejecutivo Profesional. Instituto CORAOPS Coaching & Management, 2018. Acreditado ACTP por ICF.

  • Curso Experto en Coaching Profesional. Crearte Coaching, 2018. Acreditado ACSTH por ICF.

  • Máster en Neuropsicología, Inteligencias Múltiples y Mindfulness. IMF Business School y Universidad Camilo José Cela, 2019.

Experiencia.

En el año 1994 hubo un antes y un después en mi trayectoria vital, vinculado plenamente a mi necesidad de salir de mi ciudad natal y volar hacia un nuevo destino que me permitiese explorar y descubrir nuevos comportamientos, nuevos puntos de vista y nuevas creencias. Y para ello, elegí Madrid, la ciudad que me permitió crecer y evolucionar en un modelo de vida que me sirvió hasta justo 20 años después, cuando decidí abandonarla, dejando atrás una carrera profesional exitosa, un estatus privilegiado de vida y un maravilloso grupo de amigos que se había convertido en parte imprescindible de mi vida.

En Madrid todo ocurrió muy rápido. El primer año empecé a estudiar Historia del Arte en la Universidad Autónoma de Madrid. Fue un año espectacular. Trabajaba por la mañanas y estudiaba por la tarde. Las materias me parecían sencillas, el ambiente universitario divertido y relajado, y pude disfrutar como nunca antes de cada una de las clases, trabajos y actividades que me pidieron. Consecuencia de ello, tuve unos resultados espectaculares, con varias matrículas de honor y un buen número de sobresalientes, pero sin embargo, tanto escuchar a mi alrededor que era una carrera sin futuro, decidí abandonarla y empezar la carrera de Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid. Ahora, al escribir estar palabras, me doy cuenta de lo útil que hubiese sido para mí en aquel momento reflexionar conscientemente sobre cómo estaba evolucionando el papel económico y social de la cultura, los museos, las fundaciones y los nuevos centros de arte contemporáneo a nivel internacional, ya que las tendencias que yo percibía en aquel entonces son hoy una realidad sólida y madura. Sin embargo, desconfié de mi propio instinto y de la sencillez del camino, y me embarqué en una carrera en la que alcancé mucho éxito profesional, pero también mucho vacío existencial, en un clima tremendamente competitivo, ambicioso y voraz.

Durante los cinco años que estuve estudiando en la Universidad Complutense, tuve la oportunidad de trabajar para diferentes empresas, como Alef Millward Brown, C+C Qualitative Research y Arcoiris Consulting, especializándome en investigación de mercados, búsqueda de tendencias, líderes de opinión y mercados emergentes. De tal forma que antes de licenciarme, en el año 1999 recibí una llamada de la directora de recursos humanos de Wunderman Cato Johnson, parte del grupo de comunicación norteamericano WPP, formado por empresas internacionales líderes del sector del marketing y la publicidad, para participar en un proceso de selección en el que fuí elegida para ser parte de su equipo. Bajo la dirección general de Segundo Casillas, tuve la suerte de aprender todas las bases de lo que conformarían mi futuro profesional: marketing directo, data mining, CRM y el entonces emergente marketing digital, de la mano de marcas como L´Oréal Division Productos de Lujo -Armani, Biotherm, Lancome y Helena Rubinstein-, Burger King, Credit Suisse o el Consejo de Promoción Turística de México, entre otras. Cuatro años después, volvía a recibir una llamada de otra directora de recursos humanos, en esta ocasión de la compañía Línea Directa Aseguradora, bajo la dirección general de María Dolores Dancausa, que en el año 2003, me buscaban para liderar la puesta en marcha del marketing digital de la compañía, su primera web transaccional y la implementación del CRM corporativo, un proyecto transversal a todas las áreas de negocio que tardó en llevarse a cabo tres años. Mi paso por Línea Directa no fue fácil por múltiples motivos, así que cuando en el año 2006 recibí la llamada del director de recursos humanos de Groupama Seguros, que me buscaba para montar junto con otras tres personas una nueva compañía de seguros, no tuve ninguna duda sobre el cambio. Bajo la dirección general de Dominique Uzel y con el apoyo de los equipos de IT, bases de datos, data mining y backoffice de Groupama Seguros, en aproximadamente un año estábamos preparados para lanzar Clickseguros, la primera compañía de seguros 100% online en España. Y de esta forma, con sólo 30 años y sin mucha consciencia de qué había pasado hasta llegar allí, me había convertido en Directora de Marketing y Comunicación de una compañía de seguros y miembro de su Comité de Dirección. Las cosas en Clickseguros no fueron fáciles tampoco. Cuando trabajas para una empresa de nueva creación las horas que dedicas al proyecto son interminables, la presión por cumplir el business plan y alcanzar los objetivos es altísima, y la cantidad de estrés que se genera requiere de herramientas para su manejo que en aquel entonces yo no poseía. Así que en el año 2011, un año después del nacimiento de mi hija y en plena crisis sectorial, con el consecuente aumento de presión y estrés profesional, inicié un proceso de crisis personal que tres años después me llevó a mudarme junto con mi hija y mi pareja, a su país natal: Alemania.

A finales de 2014 dejaba atrás mi carrera profesional “convencional” pero también multitud de pequeños proyectos profesionales que había desarrollado en paralelo a ella y que eran motor principal de mi motivación profesional como Comunicadiccion, junto con Dani Zuñiga primero y Petro Ortiz después, para dar servicios de comunicación y asesoramiento estratégico a marcas de la industria de la música electrónica (2003-2010); Brands & Culture (2010-2013), junto con Sergio Mantilla y Javier Martín Jiménez, para la búsqueda de nuevas oportunidades de comunicación para grandes marcas a través del arte y la cultura; el proyecto artístico independiente que sirvió de plataforma de promoción de artistas contemporáneos Myra Vidal Art Show, junto con el fotógrafo Daniel Schäfer (2009 - 2013); y con gran pesar, mi labor docente entorno a la definición estratégica, el marketing digital, la publicidad y la comunicación de marca, para centros de reputado prestigio internacional como el Instituto de Comercio Electrónico icemd/ESIC, la Universidad Carlos III o el Istituto Europeo di Design.

Durante parte del tiempo que pasé en Munich, la crisis que me llevó hasta allí seguía sin estar clara, pero me volqué en aprender alemán; colaborar con mi pareja en su propia marca, Daniel Schäfer Photography; montar con él Alma Visual Communication, una segunda marca para ofrecer servicios de marketing y comunicación visual a arquitectos e interioristas; y me formé en Coaching Ejecutivo, Coaching Personal e hice un Máster en Neuropsicología, Inteligencias Múltiples y Mindfulness. Sin embargo, a finales de 2019 todo esto me parecía insuficiente y me di cuenta que realmente lo que me estaba pasando era que el modelo de vida que había tenido desde que llegué a Madrid hasta que me fui, ya no tenía sentido.

Una vez aclarado este punto de partida, escuchando ahora sí a mi intuición, me embarqué en un profundo proceso de transformación que me permitió encontrar mis nuevas prioridades, la proyección de mis nuevos sueños y cómo quería vivir la segunda mitad de mi vida. Durante el proceso pude ver claramente que lo que necesitaba era saltar miedos y barreras, mediante un cambio de creencias que me permitiese dar el salto hacia aquel lugar al que misteriosamente me dirigía cuando me dejaba fluir, y cuyas principales bases, se habían estado armando poco a poco a mi alrededor durante muchos años…

Y al hilo de ello, llegados a este punto de la narración, creo que es necesario hablar de la persona que hasta este momento, de forma casi involuntaria, había mantenido en la trastienda de mi devenir vital… mi abuela materna: Ricarda Lobato, una mujer humilde de una pequeña aldea de la meseta castellana con veranos ardientes e inviernos congelados, que había dedicado gran parte de su vida al bien de su familia y de su comunidad, ya que entre sus muchas facetas, fue una conocida curandera en su región, puso las primeras inyecciones de penicilina que llegaron al pueblo, y se encargó siempre que pudo, de atender los partos de las vecinas y de la mortaja de los difuntos. Ella, con su sabiduría mágica y ancestral -que a mí me recordaba a las novelas de García Márquez-, emanaba amor a la tierra, respeto a los humanos, a los animales y a los ritmos circadianos.

Durante mi infancia, cada verano durante aproximadamente un mes, mi familia y yo escapábamos de nuestra “acomodada” vida en el País Vasco, marcada por la industrialización y el tenso clima político que se vivía allí en los años 80, hacia aquella pequeña aldea salmantina, llena de sencillez y calma, estancada en sus propios ritmos y rituales. Poco antes de enfermar, cuando yo debía de tener entre16 y 17 años, mi abuela quiso que yo fuese la heredera de sus secretos, transmitiéndome aquella información misteriosa que ella tenía para sanar. Y en aquel preciso momento, sin saberlo o sabiéndolo pero renegando de ello, aquella poderosa revelación marcaría profundamente el devenir de mis días. Ella quería que yo continuase con la tradición, pero aquel realismo mágico del que ella me hablaba, siendo cómo era yo una jovencita urbana y racional que sólo pensaba en explorar la modernidad, me supuso un gran conflicto. Y más aún, cuando mi abuela falleció. Estuve años viajando con ella presente en mi alma, reflexionando sobre el porqué de elegirme a mi para continuar, y hoy, más de 25 años después, he conseguido conectar, entender y desarrollar el legado de mi linaje familiar: apoyar a mi comunidad con nuevas técnicas que contribuyan a la sanación de las personas desde una perspectiva contemporánea. Es decir, una revisión muy singular del trabajo mujer-medicina que hacía mi abuela.

Y para cerrar esta narración de vida, tras este paréntesis, quiero decir que durante mi crisis en Baviera, gracias a mi conversación con un gran mentor que he tenido la suerte de que me acompañe durante varios años de vida, me pude dar cuenta de que durante los 20 años de carrera profesional que ya tenía a mis espaldas, si había algo que había hecho de forma especialmente satisfactoria durante todo ese tiempo, había sido precisamente: acompañar a las personas a mi alrededor a llevar a cabo con éxito sus proyectos profesionales.

Crezco acompañando a las personas de mi entorno a crecer. Siento que sus éxitos, son parte de mi éxito. Sus momentos revelación, mis momentos revelación. Y sus aprendizajes, mis aprendizajes. Y de esta forma y con las herramientas que tengo a mi alcance, puedo continuar a mi manera con el legado de mi abuela: contribuir al bien de mi comunidad. En mi caso, acompañando a las personas en sus procesos de cambio, transformación y liderazgo personal o profesional. Rompiendo automatismos, desbloqueando creencias y creando consciencia. A través de herramientas que permiten a las personas re-conectarse consigo mismo y con su verdadera esencia. Y dándoles apoyo para avanzar, en su vida personal y en sus proyectos profesionales.

Y eso es CasaCalma. Un proyecto que mi abuela no habría entendido, pero seguro le hubiese encantado, ya que las dos tendríamos en común nuestro labor de apoyo a nuestras comunidades, con técnicas coetáneas, arte y mucha magia.